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Luces personales

Tommaso Ottieri


    Lo que es verdaderamente llamativo en la Historia del Arte y la Arquitectura es que, en sus muy diferentes maneras, cada esfuerzo individual de todo el  que ha servido a las Artes haya sido utilizado para buscar la luz.

    Todo gira alrededor de la luz, desde el principio de nuestros días: creando espacios para salir de las cuevas de la Antigüedad, creando colores para representar sobre una pared oscura el poder del sol o del fuego. La luz es lo que se representa y lo que se busca también: yendo hacia delante, llevando la carga de años para avanzar un pequeño paso. Caminando para buscar la luz, luz física, religiosa, simbólica…

    Como arquitecto me impresiona la lucha ganada por brillantes maestros para añadir luz y más luz a los edificios que crearon. Tallaron en la piedra la idea misma del resplandor, me parece un milagro…

    Como pintor me doy cuenta de que la mayoría de las cosas que admiro del arte antiguo y contemporáneo tratan sobre el hecho de poner al espectador frente a una luz espectacular, buscada en una enorme luz cegadora o en la delicada luz de las velas.

    En mi niñez experimenté la mayor aventura que se pueda imaginar: descubrir lo duro e impresionante que es el mundo que nos rodea, es difícil entender como he podido, al igual que todos, olvidarlo al crecer.

    Nueve meses de completa oscuridad, dispuesto a descubrir una enorme luz que te mantiene ciego durante el primer mes de vida, entonces empiezo a correr y correr para descubrir todo lo que pueda sobre formas, colores y movimiento

    Consideré el mundo como una cantidad infinita de objetos interfiriendo de manera peculiar en la luz que estaba aprendiendo a conocer, los colores llegaron al absorber la luz, las formas, al ocultarla de mi vista. El movimiento era una serie continua de diferentes posiciones de las sombras a mi alrededor.

    Entonces empecé a dibujar, intentando abocetar algunas sombras, haciendo una línea oscura sobre el papel en blanco. La luz estaba quieta, las sombras se movían, mi mano era como la sombra, siguiendo sus movimientos para representar lo que quería. A partir de la oscuridad, hice bellas pinturas llenas de luz donde lo más admirable era el sentido de movimiento de vida humana que fluía en las calles y edificios que fui componiendo en mis trabajos.

    De repente comprendí que debía considerar a la luz como algo tan en movimiento como el objeto frente a ella. Comencé a mover el sol, cambiando las reglas de las brillantes lámparas de las óperas, dándoles a las ventanas de mis catedrales la oportunidad de correr libres.

    Bajo este nuevo punto de vista todo cambió. Era un espectador también, incluso mientras pintaba la escena: las luces se movían y las sombras eran proyectadas por un objeto en movimiento, por un sol móvil.

    ¿Puedes imaginar la diferencia que esto provoca? ¿Puedes imaginar una película en la que se mueven los actores y otra en la que además se mueve la luz?  ¿Sientes cuanto movimiento más podrías tener?     ¿ Sientes lo cerca que está de la realidad?

    Fue divertido y duro tratar de aprender otra vez las perspectivas de la luz, aprender a dar el movimiento correcto  a cada pequeña luz de las calles. Esas luces que pinto son mis luces personales, las que enciendo cuando todo parece ya perfecto en mi trabajo, las que podría encender incluso sin perfección, porque a nadie le importa si una columna tiene una, dos o más sombras a sus pies.

    Todo gira alrededor de la luz, y todo debe tratar sobre esas luces. Las sombras se mueven despacio en el viento… ¿Con qué rapidez podemos seguir a la luz?




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Luces personales

Óleo sobre tabla

150 x 330 cm

Tommaso Ottieri



Nápoles, Italia.1971



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